Sentados
Watchman Nee, dinámico líder y maestro nacional del movimiento de iglesias en los hogares en China a principios del siglo 20, resumía la vida cristiana con tres formas verbales: Sentados, caminad, estad firmes. En un pequeño clásico de ese mismo título, Nee emplea estas tres expresiones, sacadas del texto bíblico, para reunir en ellas las profundas verdades teológicas, prácticas y cósmicas que contiene Efesios.
El primer capítulo de Efesios es una amplia explicación del plan cósmico de Dios, que culmina con la presencia del Cristo resucitado y exaltado, sentado en lugares celestiales a la derecha del Padre, «sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que se nombra» (1:20-21; vea también Filipenses 2:9-11).
En todo el cosmos no hay un lugar mayor de privilegio y de autoridad que el asiento situado a la diestra de Dios Padre… y aquí, declara Pablo, es donde Dios «nos hizo sentar» a los que hemos creído en Cristo.
Pero Dios, que es rico en misericordia, como consecuencia del gran amor con el que nos amó, incluso cuando nosotros estábamos muertos en pecados, y nos dio vida junto con Cristo; «por gracia sois salvos», y nos dio vida juntamente con Él y nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús (Efesios 2:4-6).
Para explicar la salvación por gracia, característica de la fe cristiana y admitimos que desconcertante, Watchman Nee enlaza esta fundamental verdad bíblica con la experiencia diaria de sentarnos.
«La gracia que Dios está dispuesto a derramar sobre nosotros no tiene límites», escribe Nee. «Él está dispuesto a dárnoslo todo, pero nosotros no podemos recibir nada de Él, a menos que descansemos en Él. ‹Sentarnos› es adoptar una actitud de descanso. Hemos terminado algo, dejamos de trabajar y nos sentamos. Es paradójico, pero cierto, que solo progresamos en la vida cristiana cuando aprendemos en primer lugar a sentarnos.»
Esta simple analogía de Watchman Nee ilumina la sublime teología de Pablo en los tres primeros capítulos de Efesios. Con su gran poder, Dios resucitó a Jesús y lo sentó a su diestra. Cuando nosotros se lo pedimos en fe, Dios nos concede las prerrogativas que corresponden a este elevado lugar, todas ellas ganadas por su Hijo: el perdón de pecados (1:7), las abundantes riquezas de su gracia (2:1-10), el poder del Espíritu Santo (1:13; 3:16,20), la inclusión en la comunidad de la fe (2:11-22; 3:6), la participación en su buena obra (2:10; 3:2,7) toda bendición espiritual en los lugares celestiales (1:3).
Dios toma la obra terminada por Cristo y le concede todos sus beneficios a todo aquel que esté sentado en este lugar celestial. Nosotros no podemos hacer nada para conseguirlos. Sin embargo, gracias a lo que Jesús ya ha hecho, el Padre le dice a todo aquel que confíe en Jesús: «Siéntate aquí, junto a mí, con mi Hijo».
En esta ocasión destacamos la percepción de Nee sobre la palabra «sentados».
En las próximas publicaciones nos centraremos en las palabras «andad» y «estad firmes».