Los atletas de triatlón de Dios
Jesús era carpintero. Pedro era pescador. Pablo fabricaba tiendas de campaña. Hoy en día, muchos pastores, tanto en las iglesias nuevas como en las antiguas, también trabajan en un oficio o profesión.
Como Jesús en su encarnación, los pastores bivocacionales entran de lleno en el mundo de su gente. Pasan por las inseguridades y las angustias que abundan en los lugares de trabajo. Se relacionan con la gente «real» en una cultura cada vez más pluralista y secular.
Conocen a esos prójimos que hemos sido llamados a amar (Lucas 10:25-37), aprenden nombre e historias, descubren relaciones mutuas y encuentran por experiencia propia el quebrantamiento humano. Desde una posición estratégica dentro de la comunidad, sirven, dan aliento y testifican.
El desafío que supone servir de manera simultánea en la iglesia, el lugar de trabajo y el hogar es inmenso; es como un triatlón «para hombres de hierro»: nadar cuatro kilómetros, recorrer 180 kilómetros en bicicleta y correr 42 kilómetros. Es una carrera agotadora, sin un solo descanso.
Los pastores bivocacionales aceptan el precio. Como David cuando compró la era de Ornán, insisten en pagar todo el precio que sea necesario. «No… ofreceré un holocausto que nada me cueste.» (1 Crónicas 21:24)
Confían en que Dios ordene sus días y les dé fortaleza para trabajar. Saben que «los que confían en él renovarán sus fuerzas; volarán como las águilas: correrán y no se fatigarán, caminarán y no se cansarán». (Isaías 40:31)