El ADN
El ADN de todos los seres vivos es el que les da forma. Esta molécula de hebras entrelazadas, unida a casi todas las células, carga en sí las instrucciones genéticas para el desarrollo y el funcionamiento de todo el organismo.
De manera similar, toda iglesia tiene un ADN espiritual. Este llamado a tomar forma se halla incrustado en los puntos fuertes y las oportunidades que Dios le haya asignado. Una vez identificado, este ADN puede dirigir a su iglesia hacia un lugar definido y fructífero, de testimonio y de servicio (Juan 15:16).
Para determinar cuál es el ADN de su iglesia, describa primero a las personas que la forman. Identifique las edades, el sexo, las etnias, los niveles de ingresos, las vocaciones, el nivel de estudios, los valores, las actividades y las necesidades que predomian. Resuma después estos rasgos en un solo párrafo.
Haga lo mismo con respecto a las personas de la comunidad. Tenga presente que las personas funcionan en comunidades superpuestas entre sí: en las familias, los lugares de trabajo, los vecindarios y los grupos recreativos. De nuevo, describa sus rasgos característicos en un solo párrafo.
Compare ahora los dos conjuntos de personas. ¿Cuáles son los rasgos que tienen en común? ¿Cuáles son las actividades que los reúnen? ¿Cuáles los valores que comparten? ¿Cuáles son los puntos de intersección?
Al igual que sucede con los creyentes de forma individual, sus puntos fuertes como iglesia son un útil indicador de su lugar y llamado particulares dentro del cuerpo de Cristo (Romanos 12:3-8). Estas cosas se engranan con las oportunidades correspondientes a ellas para dar testimonio y prestar servicios en su comunidad.
Dios quiere que todos lleguen a Cristo (2 Pedro 3:9). Con el tiempo, Dios querrá que ustedes vayan más allá de sus afinidades naturales (Hechos 1:8). Sin embargo, para comenzar—o para que una iglesia en decadencia vuelva a comenzar—identifiquen su ADN y abracen la misión que Dios les ha asignado.