Unos valores profundos
La iglesia menonita de Habecker se halla situada en medio de las tierras de cultivo del Condado de Lancaster (Pa.). Y sin embargo, esta iglesia rural rebosa de vida bicultural y de vitalidad. ¿Qué ha causado que se produzca esta anomalía?
Hace nueve años, la iglesia de Habecker estaba en plena decadencia. Disminuida en tamaño por dos divisiones, sus treinta y cinco miembros, la mayoría personas de edad, se sentían desalentados. Los profundos valores que sostenía, como la oración, la hospitalidad y el servicio, permanecían latentes, sin enfoque ni energía.
Entonces, una pareja mayor de la iglesia aceptó darle albergue a una familia de refugiados durante una noche. Tal como suceden las cosas, aquella noche única se convirtió en seis semanas. Otros se les unieron para ayudarlos, y la iglesia de Habecker aprovechó la oportunidad para ministrarle a aquella familia desplazada.
Una familia de refugiados llevó a otra más. Al cabo de dos veranos, la congregación estaba recibiendo a una familia nueva cada dos semanas. Hospedarlas era algo exigente, con tareas interminables relacionadas con la ropa, el alojamiento, el mobiliario, el transporte, las citas médicas, las clases de inglés como segundo idioma, la búsqueda de empleos, las declaraciones de impuestos y las tarjetas de residencia (1 Pedro 4:9-11; Hebreos 13:1-2).
La pastora, que se había pasado nueve años trabajando como maestra en el África, pudo aplicar sus habilidades transculturales a la dirección de una iglesia bicultural. Mientras ella predica en un inglés sencillo, la gente se inclina hacia delante para oír y comprender un idioma que es nuevo para ella.
Hoy en día adoran ciento cincuenta personas en la Iglesia de Habecker: los treinta miembros originales y ciento veinte personas Karen (kare-iń), miembros de una perseguida minoría procedente de las montañas de Myanmar (Birmania). Una vez al mes, cuando se adora en idioma Karen, asisten cincuenta Karen, haciendo un total de doscientas.
Está claro que este resurgimiento fue un acto de Dios. Con todo, la gente estuvo dispuesta por su parte a practicar la oración, la hospitalidad y el servicio, sus valores de siempre, de unas formas radicalmente nuevas.
¿Se podría producir un giro tan radical en su Iglesia? Investiguen cuáles son los valores más profundos que les mueven el corazón. Después, pídanle al Espíritu que les abra nuevas formas de expresar esos valores dentro del ministerio del presente.