Las murmuraciones
Todo conflicto, grande o pequeño, es como quien tira una piedra en una laguna. Las ondas van chocando unas con otras, formando unos círculos de disensión cada vez más grandes.
Cuando se produce un conflicto y otras personas se enteran, los contendientes se quieren asegurar de que se oiga su punto de vista. Así que comienzan a murmurar, a hablar con todo el que les quiera escuchar acerca de su papel en el conflicto, y a describirlo bajo la mejor luz que les sea posible.
Lo típico es que esta murmuración comprende unas conversaciones no filtradas acerca de otras personas, con unos detalles que no han sido confirmados como ciertos. Las murmuraciones atraen a otros hacia la disputa y, poco tiempo después, toda una familia, un lugar de trabajo o una iglesia se encuentra en medio de la agitación de la discordia. De hecho, las murmuraciones que siguen al conflicto podrían ser tan dañinas como el conflicto mismo.
Con frecuencia, las murmuraciones atrapan a todos aquellos que traten de ayudar; a ellos también se les echa la culpa y se les critica (Proverbios 26:17). Es difícil, si no imposible, mediar en un conflicto sin dar algún paso en falso, en especial cuando el conflicto es intenso. Llevarse la peor parte en las críticas como resultado de unos esfuerzos bien intencionados por demostrar nuestra preocupación es doloroso y desalentador.
Jesús nos enseña a poner la otra mejilla (Mateo 5:39). Cuando alguien comience a murmurar contra nosotros, no le debemos responder con nuestra propia campaña de murmuración. Debemos soportar los malentendidos y las acusaciones, sean falsas o medio falsas, sin tratar de pagarle con su misma moneda.
Es sumamente difícil hacer esto, pero esta es la promesa que tenemos: “Sin leña se apaga el fuego, y donde no hay chismoso, cesa la contienda” (Proverbios 26:20).