Una huella más pequeña
C. S. Lewis escribe que el orgullo “es un vicio del cual no se libra hombre alguno en el mundo; que todo el mundo detesta cuando lo ve en otra persona, y del cual muy pocas personas, con la excepción de los cristianos, se imaginan jamás que son culpables ellas mismas”.
Como correctivo al orgullo, la Biblia nos llama a ser humildes.
Esto solo es posible por la acción del Espíritu Santo. Pero sí podemos hacer algo. Podemos practicar la humidad (Colosenses 3:12; Santiago 3:13; 1 Pedro 5:5).
Una de las formas consiste en dejar “una huella más pequeña”. Como los ingenieros de las computadoras que diseñan unas computadoras de escritorio que ocupan menos espacio, nosotros podemos reducir la huella de nuestro ego al ascender, a base de dirigir la atención hacia otros.
En los papeles que requieran de visibilidad, podemos destacar los esfuerzos compartidos con otros. Podemos reconocer a nuestros compañeros de equipo. Al mantener el enfoque en otro lugar, “nos escondemos a plena vista”.
Podemos “trabajar en el perímetro” de la comunidad. Las personas que se hallan en el centro de un grupo reciben reconocimiento y honor. Algunas de las que están en el perímetro son pasadas por alto. Al tomar interés por que están fuera, les damos valor a todos los que pertenecen al grupo.
Cuando nos critiquen, podemos tener "humildad y mansedumbre" (Efesios 4:2). “Es bueno”, escribe Tomás de Kempis, “que los hombres piensen mal de nosotros y nos juzguen erróneamente, incluso cuando nosotros hacemos y queremos el bien… [porque] acudimos con mayor rapidez a Dios como testigo interno nuestro.”
La batalla contra el orgullo nunca termina. Pero las escaramuzas se ganan por medio de la práctica deliberada y diaria de la humidad.