El exceso de equipaje
Cuando nos han herido, nuestras reacciones emocionales no se disipan con rapidez. Es posible que nos perturben los recuerdos dolorosos, que luchemos con un sentimiento de culpa o que batallemos con el resentimiento, todos ellos residuos internos (o equipaje) de unos encuentros dolorosos.
Esta clase de sentimientos distorsionan nuestro punto de vista, interrumpen nuestras decisiones y son un impedimento para nuestras acciones.
Para desechar el equipaje dañino, podemos reparar nuestras relaciones por medio de la confesión cara a cara (Mateo 5:23-24; 18:15). Nos podemos enfrentar la mala conducta (Efesios 4:15, 26). Si nos hemos resistido a tener esas difíciles conversaciones, podemos hacer ahora lo que habríamos podido hacer antes.
Cuando persisten las aflicciones internas, podemos actuar de una manera constructiva. Nos podemos resistir al impulso por vengarnos de palabra o de acción (Romanos 12:17). Podemos orar por nuestros antagonistas y detractores (Mateo 5:44). Podemos bendecir a nuestros adversarios con actos de bondad (Romanos 12:20-21; 1 Pedro 3:9).
Tal vez necesitemos perdonar a alguien una y otra vez (Mateo 18:21-22). O tal vez necesitemos perdonarnos a nosotros mismos (Efesios 4:32).
Hay ocasiones en que un gesto simbólico tiene valor (Hechos 19:18-19). Si algún objeto palpable puede representar nuestra angustia, lo podemos quemar, o destruir y tirar en la basura.
Por último, podemos aceptar la realidad de que las heridas profundas se toman tiempo para sanar. Dios está obrando, incluso en medio de las emociones más recalcitrantes, para fortalecer nuestra resistencia y nuestro carácter (Romanos 5:1-5; 8:23-25). La redención realizada por Jesús es total y completa, y podemos mantener viva nuestra esperanza en ella (Salmo 130:7; Romanos 8:23-25).