Los mentores
Por instinto, la mayoría de los animales crían a sus hijos guiándolos con cuidado. En el caso de los seres humanos, su crianza se toma un largo tiempo. En las comunidades de fe, la actividad que corresponde a ella es la mentoría.
Por encima de todo, la mentoría comprende el que seamos quienes somos en Cristo. Los adversarios de Jesús se quedaban atónitos ante sus discípulos, y reconocían la sencillez y el poder de su régimen de entrenamiento: «Habían estado con Jesús» (Hechos 4:13).
Uno de los componentes primarios de la mentoría es la enseñanza (Mateo 28:20). Esta incluía los «momentos de enseñanza» cuando estos se producían (Marcos 4:40; 9:27-29). En ocasiones también comprenderá la corrección (Marcos 9:33-37).
El hecho de escuchar es un aspecto que apoya la mentoría. Para que el entrenamiento se centre en la ayuda, los mentores necesitan escuchar los relatos, las esperanzas, las desilusiones y los temores de sus alumnos en la fe.
Es interesante que las actividades comunes y corrientes, como la de comer juntos, son significativas para la mentoría (Lucas 7:34). Las conversaciones en un ambiente relajado edifican las relaciones, aumentan el intercambio y estimulan la receptividad.
Con frecuencia, también es útil un componente de tipo cinético. Jesús enviaba a sus discípulos a imitar el modelo de su ministerio (Marcos 6:7-13). Así les podemos dar a los que están aprendiendo con nosotros la oportunidad de trabajar, de cometer errores algunas veces (Marcos 9:27-29) y de aprender en el trabajo mismo.
Mientras hacemos todo esto, oremos. Cuando lo hagamos, el Divino Ayudador cubrirá tanto al mentor como a su alumno, y les dará poder a ambos para madurar (Juan 14:25-26).
Ya seamos padres, maestros o consejeros, nos hallamos en una larga fila de mentores bíblicos.* En este llamado, somos los catalizadores que animamos a la nueva generación a «presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre» (Colosenses 1:28-29; Efesios 4:15).
Por mencionar a unos pocos, tenemos a Moisés y Josué, a Elías y Eliseo,
a Mardoqueo y Ester, a Jesús y sus discípulos, a Bernabé y Saulo, a Pablo
y Timoteo, a Aquila y Priscila con Apolos (Éxodo 24:13, 1 Reyes 19:16,
Ester 2:20; Marcos 3:13-15; Hechos 11:25-26, 16:1-3, 18:26).