Un lugar para sanar
Hace siete años, Anthony Martin quedó libre de una asignación misionera en Jamaica. Sentía el llamado al ministerio vocacional, pero este desalentador revés causó que pusiera en duda su llamado.
Como respuesta a los buenos consejos que le dieron, Anthony colaboró como obrero laico en su congregación local. En medio de este servicio, fue invitado a predicar una vez al mes en la Iglesia Menonita de Meckville (Pa.), una iglesia que estaba a punto de cerrar sus puertas.
Con el tiempo, tanto Anthony como la Iglesia de Meckville comenzaron a sanar. Un domingo de púlpito pasó a ser dos domingos por mes. Finalmente, Anthony y su familia estuvieron listos para que él sirviera todos los domingos como pastor.
Anthony es bivocacional, empleado a tiempo entero en un hospital como educador de paramédicos. Fielmente, aparta tiempo para su esposa y sus ocho hijos. Y para el trabajo en la iglesia, se apoya en voluntarios: todos los que estén dispuestos a ayudar.
Tal vez los voluntarios aún no sean miembros, o sean algo difíciles, o quizá hayan ido a parar allí, procedentes de otra iglesia. No importa. Anthony dice: “Las personas necesitan sentir que las necesitan. Necesitan tener un trabajo que realizar”. En Meckville se les da un lugar para servir y sanar a las personas que han sido descuidadas o rechazadas en algún otro lugar (2 Corintios 12:9-10).