¡Quiero trabajar!
En Every Good Endeavor (“Todo buen esfuerzo”), Tim Keller nos recuerda que el trabajo es indispensable para una vida humana con sentido. En ritmo con el descanso, necesitamos trabajar para prosperar emocional, física y espiritualmente.
En ese caso, ¿cómo enfrentarnos a un cambio en los parámetros de nuestro trabajo? Puede ser algo tan corriente como el retiro, tan trágico como un accidente o una enfermedad, o tan desconcertante como un revés en nuestra profesión.
Cualquiera que sea la causa, Dietrich Bonhoeffer adquirió una útil comprensión mientras estaba en una prisión nazi:
Lo grande es mantenernos en lo que aún tenemos y podemos hacer–aún nos queda mucho–sin dejarnos dominar por el pensamiento de lo que no podemos hacer, ni por el resentimiento o el descontento.
Bonhoeffer comprendió que una alteración en las circunstancias no constituye una negación de las promesas de Dios. Aún seguimos siendo hechura de Dios, “creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas” (Efesios 2:10).
Como antes, Dios nos puede proporcionar lo que necesitamos, “a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis [abundemos] para toda buena obra” (2 Corintios 9:8).
Además, siempre podremos encontrar maneras de usar nuestros dones para ministrarnos los unos “a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios… para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo” (1 Pedro 4:10-11).
Aunque cambien las condiciones, nos podemos mantener “firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro [nuestro] trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15:58).