La presentación de las Buenas Nuevas
En este momento del año, las iglesias movilizan a sus músicos, cantantes, actores, artistas y lectores para la representación de la Navidad. El propósito que tiene este esfuerzo anual de temporada es anunciar unas buenas nuevas maravillosas:
Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley, a fin de que recibiésemos la adopción de hijos (Gálatas 4:4-5).
Dios nació como humano (Juan 1:14; Filipenses 2:5-11).
Si Jesús hubiera venido a la tierra como Dios solamente, no habría podido compartir las limitaciones de la experiencia humana. De haber nacido humano y nada más, no habría podido destruir esas limitaciones.
Solo alguien nacido con una vida divina de valor infinito pudo compensar con su muerte la enormidad del pecado humano. Solo un ser humano que murió en nuestro lugar pudo llevar el castigo de toda la humanidad.
Fue necesario el poder de una vida indestructible para que Jesús resucitara de entre los muertos (Hebreos 7:16). Su resurrección corporal fue necesaria para abrirles el camino a todos los seres humanos que crean, a fin de que reciban la vida eterna.
En la Navidad cantamos, actuamos y proclamamos las buenas nuevas de que nuestro Salvador encarnado está vivo, transformando al mundo por el poder de su amor redentor.
Y aunque este mensaje sigue siendo cierto durante todo el año, especialmente en esta temporada invitamos a las personas quebrantadas por el pecado y abatidas por los males de la humanidad a creer las buenas nuevas: “Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna” (Juan 3:16).