El mal humor
El mal humor es una dolencia común causada típicamente por una ofensa o un revés.
Alguien dice o hace algo, o no lo hace, y a nosotros nos da un ataque de mal humor. Tenemos una sobrecarga de hormonas del estrés, nuestras emociones se enconan, tal vez se nos retuerza el rostro, y nos volvemos frustrados y amargados. La tristeza que nosotros mismos nos hemos impuesto infecta a todos los que nos rodean.
También podemos sucumbir ante el mal humor cuando Dios no entrega, por así decirlo. Cuando Dios no comprende lo urgente que es lo que esperamos o necesitamos, nosotros nos deprimimos. Cuando nuestro Divino Respaldo no ve las cosas como las vemos nosotros, ni actúa de acuerdo con lo que vemos, nuestra frustración puede llegar a incubar un ataque de mal humor.
En el caso de un agravio humano, la cura es bastante directa. Nos podemos enfrentar con rapidez y franqueza al que nos ha enojado y decirle la verdad en amor (Efesios 4:15, 26). O bien lo podemos perdonar y soportar con paciencia la peculiaridad, manía o fallo que nos ha irritado (Efesios 4:2).
Cuando nuestra pelea es con Dios, podemos perseverar en nuestra esperanza y oración. Y es posible que Dios honre nuestra fe tenaz (Génesis 18; Lucas 18:1-8). Con mayor frecuencia vamos a necesitar un remedio más fuerte: una comprensión más profunda de Dios (Efesios 6:14, 17).
En la adoración absorbemos la Verdad acerca de Dios. El estudio de la Biblia nos facilita un régimen de Verdad. El hecho de tomarnos un tiempo día tras día para nuestras devociones personales es semejante a tomarnos unas cápsulas de verdad de acción lenta. De todas esas formas podemos llegar a ver el carácter y los propósitos de Dios con mayor claridad (Isaías 55:8-9; Efesios 6:14, 17).
En el caso de un altercado humano, una inyección de confrontación con afecto o de dominio propio es eficaz. En la frustración con Dios, las dosis regulares de su Palabra nos vacunan contra unas expectativas mal orientadas. Nuestro mal humor tendrá cura, y podremos volver a tener paz una vez más (2 Timoteo 2:15; 4:2; Hebreos 4:12).