¿Me olvidarás para siempre?
Algunas veces nos parece que nuestras oraciones no reciben una respuesta. Tal clamemos al Señor como lo hizo el rey David en su antiguo canto: «¿Me olvidarás para siempre?» (Salmo 13:1).
Cuando se vuelve aguda la angustia por las esperanzas no cumplidas, quedamos vulnerables ante las maquinaciones de Satanás (Salmo 13:3). Tal vez seamos víctimas de un asalto directo (1 Pedro 5:8) o de una estratagema encubierta a base de medias verdades (Juan 8:44; Génesis 3:1).
Es de esperar que podamos identificar tres de las medias verdades más insidiosas del enemigo. Si estamos advertidos de antemano, las podremos combatir con la «luz» de la verdad completa de Dios (Salmo 13:3-4; Mateo 4:4, 7, 10).
Tú pecaste y Dios te está castigando.
En esta acusación hay algo de verdad. Las malas acciones se podrían volver un obstáculo para que nuestras oraciones reciban contestación. Sin embargo, esto solo es la mitad de la verdad. La otra mitad es que Dios perdona los pecados. Podemos echar a un lado este asalto si resolvemos el problema de las malas acciones no confesadas.
2. La culpa la tiene él/ella. La culpa la tienen ellos.
Es posible que nos hayan herido o hecho daño. También es posible que alguien haya sido incompetente o inconsiderado. Satanás nos hace pensar en esos malos tratos, incitándonos para que nos volvamos amargados y resentidos. La manera de arreglar esto es perdonar. Tal vez nos exija tiempo y fortaleza procedente del Espíritu, pero sí podemos perdonar. Así que le preguntamos: ¿He perdonado a todos los que me han hecho algún mal?
3. Te falta fe.
Tal vez sea este el dardo que nos lance Satanás: «Si tu fe fuera más fuerte, si hubieras creído de verdad, Dios habría respondido tu oración». Sí, la Biblia nos dice que tengamos fe. Sin embargo, la fe no es una certeza psicológica; es un pedirle a Jesús y confiar en Él en que nos dé unos resultados que Él sepa que van a ser buenos. Si confiamos en Dios lo suficiente como para pedirle algo, hasta la fe más pequeña nos basta (Mateo 17:20; Marcos 9:21-24).
En los tiempos de desilusión y de confusión, tener una clara perspectiva de la verdad plena de Dios es el mejor antídoto contra las mentiras de Satanás. Tanto si nuestros sueños se convierten en realidad, como si le dan paso a una nueva esperanza, podemos estar seguros de que Dios siempre está obrando para el bien de aquellos que son llamados conforme a su propósito (Romanos 8:26-28).